¿Qué os parecería si al abrir los libros de texto de vuestros hijos apareciera publicidad de ropa deportiva, comida o películas infantiles?
La mayoría seguramente pondría el grito en el cielo, otros tantos sentirían indignación y muy pocos indiferencia, y es que si, como un reciente estudio revela, estamos expuestos a 4.000 impactos publicitarios al día, ya lo que faltaba es que nuestros hijos los estuvieran recibiendo cuando deberían estar formando su mente.
Pues esto mismo es lo que está pasando en Chile. Os pongo
en antecedentes. Los libros de texto que compran los centros privados de este
país aparece publicidad. El Ministro de Educación, Harald Beyer, se aventuró el
año pasado diciendo que “esa mala práctica” la iba a erradicar de manera
definitiva, aunque una vez llegado al cargo, ha tenido que rectificar, y “donde
dijo digo, dice Diego”.
Después de que el medio online El Mostrador recordara sus palabras, Beyer ha aclarado que no está
de acuerdo con esta práctica comercial pero que no tiene instrumentos legales
para prohibirla, “nosotros como ministerio lo que podemos hacer es que todos
los textos que nosotros compramos no tengan publicidad real y eso lo hemos
cumplido” ha explicado.
El Ministro apuntilló que lo único que podían hacer era
un llamado a los colegios privados a que no compren textos que tengan marcas
comerciales en su interior y pedir a las editoriales que sean prudentes, aunque
lo que es evidente, es que si una industria tan debilitada por las nuevas
tecnologías como la editorial empieza a ganar dinero por otros medios, no se le
puede pedir que dejen de hacerlo por su propia moralidad.
Ahora volviendo a España y a la pregunta inicial, ¿os
imagináis que eso pasara aquí?, simplemente puedo decir que espero que no, por
el bien de nuestros hijos.